Luna Nueva

Enfiló el pedregoso camino que subía hasta el chamizo a pesar del cansancio que hacía languidecer sus párpados. La agitación y la claridad le habían restado horas al sueño pero también le habían llenado de razones el ánimo. Su abuelo la recibió sumido entre aromas de ajedrea e hinojo, al calor de los rescoldos, arrinconado entre piedras ancestrales, máscaras y cánticos de fondo.

Bashira le preguntó por qué ya no había estrellas, dónde se había escondido la nívea luz que solía quebrar las tonalidades azules que otrora tiñera la oscuridad del valle y quedó expectante de saber las razones por las que el día, de un tiempo a esta parte, no encontraba fin.

El chamán acogió a la pequeña en su regazo y dibujó con una rama en el suelo dos esferas, una grande y otra más pequeña; mientras, la niña se recostaba sobre su torso y cerraba los ojos.

Con voz pausada le explicó que el Sol se había enamorado y por eso  no se retiraba al crepúsculo. Que la Luna lo rechazaría pizpireta y que el orgulloso astro acostumbrado a regir planetas y órbitas, enfadado, los inmolaría a todos.

Para www.estanochetecuento.com; julio 2014